miércoles, 22 de agosto de 2007

Al final


Me ahogo arrasada por las turbulentas aguas de las emociones que recorren avasalladoras todo mi cuerpo, con una celeridad característica solamente del más devastador de los huracanes, mi alma se derrumba ante tus pies, frente a cualquier designio de tu presencia. Quedando sólo un trozo de mi cuerpo para continuar con los abateras de la vida diaria.
Me abandono a la suerte de lo que el día a día me traiga. Ya nada importa, si con la furia de tu presencia ausente te llevaste lo poco que logre reconstruir en este tiempo. Así tal como apareces, en un pequeño destello que juega con iluminar nuevamente el universo perdido entre las lágrimas derramadas desde que no estas. Se desvanece al minuto siguiente la perversa idea que intenta decirle a mi interior que volverás.
Acá estoy, nuevamente sola, con el alma repartida entre las millones de partes en que mi corazón quedó desparramado ¿dónde? No lo sé, pero continúo buscando eso que te llevaste, para volver a amar, quizás con más fuerzas, o tal vez simplemente de otra forma, pero no a ti. Para amar con ansias de verla y sabiendo que me espera con el corazón repleto de mí, de ella y de las dos.
Todo mi ser era tuyo, me lo devolviste en partes y, como quien intenta armar un rompecabezas con piezas perdidas, me aferro a los trozos de un ser que dicen soy yo, pero al cual no reconozco, intento acoplarme a un mundo que no es el que imaginaba, porque no te tengo a mi lado, porque no soy quién pensé llegaría a ser.
Y ya no queda nada, ya no hay tiempo ni espacio. Y el vacío me inunda y la despedida es inminente ¿para qué continuar? Te digo adiós a través de las letras times del computador, letras que van llenando poco a poco los espacios de una página que se quedó en blanco y que ahora – al final - decido completar con las palabras sin sentido que te dirán adiós para siempre.
Pero no te preocupes, sólo es de este cuerpo cansado que me despido, despojándome violentamente de las ataduras que a la materialidad me enlazaban, mi alma en cambio recupera lo que nunca debió perder – su libertad. No es más que eso. Liberé mi ser del claustro infructuoso al cual estaba atado. Con la despedida final.

martes, 14 de agosto de 2007

Los dolores del alma

No hay forma de decir adiós, no existe un modo de borrar los recuerdos para evitar la agonía interminable de la despedida. No hay forma de prepararse para olvidar a un ser querido, a una persona que amamos, por más que pretendamos alejarnos del dolor, poner una barrera en nuestro corazón para continuar nuestro camino lo mejor posible, el dolor de la pérdida nos persigue, hasta hacerse costumbre, conseguir que nos resignemos a vivir con la pena eterna de no poder volver a besarlos en la mejilla, a regalarles una caricia furtiva entre el ajetreo inicuo de nuestra vida diaria.
Cuando la muerte llega, se nos para al frente con una sonrisa burlesca, obligándonos a hacer una minuciosa revisión de nuestra vida, a darnos cuenta de la cantidad interminable de errores que hemos cometidos y una nueva tristeza envuelve nuestros corazones. Ahora debemos intentar de alguna forma cambiar, remediar nuestros errores y seguir adelante con los restos de vida que nos van quedando. Recogemos nuestra alma en trozos y continuamos nuestro camino.
Tiempo después, la desesperación, la angustia y la tristeza parecen haberse ido, hasta que cualquier cosa nos recuerda que extrañamos a alguien, que nuestro corazón se rompió en pedacitos en un instante. Que perdimos ese minuto de nuestras vidas y que no lo vamos a recuperar. Nuevamente continuamos nuestro camino adormecidos para no sentir. Una y otra vez tratamos de aferrarnos a lo que nos queda, para sobrevivir entre los dolores del alma.

jueves, 2 de agosto de 2007

Sin nombre


Caminaban juntas de la mano por la orilla de la playa, aferradas la una de la otra, haciéndose compañía silente, esa que tanto tiempo habían deseado y que en el momento menos esperado para ambas, se les apareció como un balde de agua fría, en un día de verano; sorpresivo, impactante pero agradable al fin.
Cuando estaban juntas parecían tener el poder de detener el tiempo, de congelar el reloj en el minuto exacto en donde nace el amor y mueren toda clase de temores e inquietudes.

Estaban eternamente agradecidas al destino por haberlas unido, por haber convertido un montón de palabras efímeras en el camino más hermoso que nunca imaginaron recorrer.

Sin embargo había algo que las atormentaba más que cualquier otra cosa en el mundo…¿Cuánto tiempo se demoraría ese destino amable en extraerles de raíz toda esa felicidad y gritarles en la cara que no volvería a ocurrir?
No les quedaba más que intentar dejar de pensar y dedicarse a sentir, pero el temor las consumía, nunca nadie les había enseñado a amar como lo hacían, a amarlo todo y amarse tal cual eran, sus defectos y virtudes, su vida como les toco, sin pensar en elecciones, en cuerpos, ni sexo, simplemente concentradas en dos almas que caminaban juntas, unidas como nunca antes, atentas a cada señal sigilosa que les diera el más mínimo indicio de que la magia podía acabar.
A veces las perdía de vista, huían cautelosas de mi mirada, era tanto su temor que se les olvidaba disfrutar el presente porque vivían mirando constantemente el futuro, buscando excusas para temerle, intentando odiarse para tener una razón propia para apagar la llama perpetua de un amor que no iba a acabar, porque este era mi regalo, - el del destino -, para dos corazones afables que aprendieron a través del dolor lo valioso del amor.


Antonia Cohen