
Me ahogo arrasada por las turbulentas aguas de las emociones que recorren avasalladoras todo mi cuerpo, con una celeridad característica solamente del más devastador de los huracanes, mi alma se derrumba ante tus pies, frente a cualquier designio de tu presencia. Quedando sólo un trozo de mi cuerpo para continuar con los abateras de la vida diaria.
Me abandono a la suerte de lo que el día a día me traiga. Ya nada importa, si con la furia de tu presencia ausente te llevaste lo poco que logre reconstruir en este tiempo. Así tal como apareces, en un pequeño destello que juega con iluminar nuevamente el universo perdido entre las lágrimas derramadas desde que no estas. Se desvanece al minuto siguiente la perversa idea que intenta decirle a mi interior que volverás.
Acá estoy, nuevamente sola, con el alma repartida entre las millones de partes en que mi corazón quedó desparramado ¿dónde? No lo sé, pero continúo buscando eso que te llevaste, para volver a amar, quizás con más fuerzas, o tal vez simplemente de otra forma, pero no a ti. Para amar con ansias de verla y sabiendo que me espera con el corazón repleto de mí, de ella y de las dos.
Todo mi ser era tuyo, me lo devolviste en partes y, como quien intenta armar un rompecabezas con piezas perdidas, me aferro a los trozos de un ser que dicen soy yo, pero al cual no reconozco, intento acoplarme a un mundo que no es el que imaginaba, porque no te tengo a mi lado, porque no soy quién pensé llegaría a ser.
Y ya no queda nada, ya no hay tiempo ni espacio. Y el vacío me inunda y la despedida es inminente ¿para qué continuar? Te digo adiós a través de las letras times del computador, letras que van llenando poco a poco los espacios de una página que se quedó en blanco y que ahora – al final - decido completar con las palabras sin sentido que te dirán adiós para siempre.
Pero no te preocupes, sólo es de este cuerpo cansado que me despido, despojándome violentamente de las ataduras que a la materialidad me enlazaban, mi alma en cambio recupera lo que nunca debió perder – su libertad. No es más que eso. Liberé mi ser del claustro infructuoso al cual estaba atado. Con la despedida final.
Me abandono a la suerte de lo que el día a día me traiga. Ya nada importa, si con la furia de tu presencia ausente te llevaste lo poco que logre reconstruir en este tiempo. Así tal como apareces, en un pequeño destello que juega con iluminar nuevamente el universo perdido entre las lágrimas derramadas desde que no estas. Se desvanece al minuto siguiente la perversa idea que intenta decirle a mi interior que volverás.
Acá estoy, nuevamente sola, con el alma repartida entre las millones de partes en que mi corazón quedó desparramado ¿dónde? No lo sé, pero continúo buscando eso que te llevaste, para volver a amar, quizás con más fuerzas, o tal vez simplemente de otra forma, pero no a ti. Para amar con ansias de verla y sabiendo que me espera con el corazón repleto de mí, de ella y de las dos.
Todo mi ser era tuyo, me lo devolviste en partes y, como quien intenta armar un rompecabezas con piezas perdidas, me aferro a los trozos de un ser que dicen soy yo, pero al cual no reconozco, intento acoplarme a un mundo que no es el que imaginaba, porque no te tengo a mi lado, porque no soy quién pensé llegaría a ser.
Y ya no queda nada, ya no hay tiempo ni espacio. Y el vacío me inunda y la despedida es inminente ¿para qué continuar? Te digo adiós a través de las letras times del computador, letras que van llenando poco a poco los espacios de una página que se quedó en blanco y que ahora – al final - decido completar con las palabras sin sentido que te dirán adiós para siempre.
Pero no te preocupes, sólo es de este cuerpo cansado que me despido, despojándome violentamente de las ataduras que a la materialidad me enlazaban, mi alma en cambio recupera lo que nunca debió perder – su libertad. No es más que eso. Liberé mi ser del claustro infructuoso al cual estaba atado. Con la despedida final.